Había recibido muchos comentarios sobre este restaurant: que era bueno, sus platos son suculentos, en fin. Por lo que, decidí salir de la duda y me fui al Pollo Caballo, de Avenida Viel esquina Rondizzoni, frente a la estación de metro del mismo nombre.
Un local amplio, de buenos accesos, con poca cantidad de estacionamientos. Al entrar, fui recibido por la Anfitriona, quien me recomendó una mesa cerca de la cocina. Lo cual, fue bueno para poder apreciar el funcionamiento de esta, más de cerca.
Con una ornamentación muy sencilla, pero con unos amplios ventanales, donde se puede apreciar una parte del Parque O’Higgins. Para mezclar un poco de naturaleza en medio de la Ciudad.
Un garzón, muy cordial y amable, me ofreció revisar la carta y servir algún aperitivo. Revisando su carta, me pude dar cuenta de la gran variedad de carnes, pollos a las brasas, pescados y mariscos. Yo, un aficionado a la carne, me la jugué por un buen Lomo a lo Pobre. El tiempo de espera, fue el apropiado para un plato de estas características. Su presentación, no fue de las mejores, más bien sencilla y poco creativa. La cebolla estaba más bien cocida y no dorada. El lomo estaba en el punto solicitado, y el tamaño de la porción cumplió mis expectativas.
La carta de vinos, es poco variada, bastante limitada para la oferta de carnes. Pero sus valores, eran los adecuados. Sus postres me defraudaron, puesto que estaba el típico de la casa y algunos helados, faltando más variedades de postres tradicionales. Finalizando con un bajativo (por cuenta de la casa).
El punto negro de la jornada, fue sus servicios higiénicos. Los cuales, son insuficientes para atender a 120 personas aproximadamente, en un día sábado a la hora de almuerzo. Descuidando un tanto el aseo.
En resumen, lo tuvo todo para ser una buena velada, por eso llego a place.
Cocina Internacional - Sección 12
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